sábado, 12 de junio de 2010

Rola la historia 5

Primera parte:

- Ya te cargó la chingada mi chavo.

La caja, tengo que agarrar la pinche caja…

Después de ponerte las esposas y dejarte al lado de la patrulla, el policía se acerca a su compañero y revisan tus documentos.

Ahí, a escasos metros de ti, el Bora que te robaste, su cofre deshecho y un poste doblado. Debajo de las llantas traseras un cuerpo inerte al que alguien, solidario, ya fue a colocarle una sabana para cubrirlo. A centímetros del cuerpo, una caja pequeña de madera de la que nadie se ha percatado.

- ¿Cómo ves si decimos que te diste a la fuga?

¿A la fuga?, ¿este tarado de donde quiere que saque el dinero para que me deje ir?. Seguro va a querer miles de pesos que obviamente no tengo. Si los tuviera no habría aceptado esta chamba. Me recarga la chingada. Y ahí sigue la caja; necesito esa pinche caja.

La radio de la patrulla suena. Uno de los policías se acerca a responder. El otro espera una respuesta tuya. Guardas silencio.

- Tan fácil como que te dejamos ir y tu sueltas un varo. Te conviene, un atropellado más otro menos en esta ciudad es lo de menos. Claro que tiene que ser muy buen varo. ¿Cuánto traes?

- Pareja, ya se jodió el asunto. Este güey es importante. Dice el comandante que lo llevemos a los separos en chinga.
- No manches. ¿Ni un pinche quinientón le vamos a poder sacar para soltarlo?

El policia se acerca a la patrulla. Tu ya no oyes su conversación. Te hincaste con las esposas puestas y recogiste la cajita. Te echas a correr sabiendo que tu vida depende de esa cajita de madera. Los policías sacan sus pistolas pero saben que no pueden dispararte...


Segunda parte.


Los policías sacan sus pistolas, pero saben que no pueden dispararte, no saben qué hacer, se miran uno al otro, piensan en perseguirte, pero posees un cuerpo atlético y ellos, simplemente no podrían correr ni media cuadra, comienzan a preocuparse por el regaño que seguramente recibirán por parte de su comandante.

Sigues corriendo, sin voltear y mucho menos detenerte. No piensas, únicamente sientes que uno de los vértices de la cajita de madera comienza a clavarse en tu mano debido a la fuerza con que sujetas dicho objeto.

De pronto, te detienes, nadie te siguió, miras a tu alrededor y te das cuenta de que no conoces el barrio, estás a salvo, o al menos eso crees. Decides caminar lentamente para recuperar el aliento y encontrar rumbo conocido.

Llegas a una avenida amplia y muy iluminada, piensas que caminar sobre ella es seguro y además, confías en encontrar los señalamientos que muestran el nombre de las calles.

Avanzas despacio, viene a tu mente la persona que falleció y dejaste atrás sin reparar en otra cosa más que tu cajita de madera, la observas, no tiene ni un rasguño y repentinamente, te congelas, alguien ha tocado tu hombro...

Tercera parte.
(Escrita por: Paulina VL, http://pvl1231.blogspot.com/)

....ya valió madre....es lo primero que piensas al sentir que una mano fría e inoportuna ha tocado tu hombro.
-disculpe joven, ¿no sabe cómo llego a la avenida Palmas?-
-no señor, dicúlpeme...-sigues caminando tratando de recobrar el aliento y dejas atrás al pinche viejito que por poco y te provoca un infarto.

Tu camisa está rasgada y en la escena del crimen dejaste todo cuanto traías, que además, ni era tuyo. Traes a cuestas nada más que una caja de madera que ahora tienes que hacer llegar a su destino para acabar de una buena vez con todo ésto.
Comienzas a preguntarte si los policías intentarán buscarte y vuelves a pensar en el hombre muerto..."Uno más, en ésta ciudad" como bien dijeron los tiras.

Aprietas con tal fuerza la caja que una mano ha comenzado a sangrarte y te percatas de que sigues esposado. ¿Cómo carajo quitarte las esposas?
Cada vez se pone peor...sigues esposado y sigues perdido...los nombres de las calles no te dicen nada y no sé te ocurre a quien podrías sobornar, amenzar o recurrir para que te quiten las esposas.

-pinche lío en el que me vine a meter y todo por ésta caja-
La caja resbala de entre tus manos y cae boca abajo al piso completamente abierta...


Cuarta parte.
(Escrita por: Víctor Valencia, que no tiene un blog como tal, pero quiso entrarle a esta onda)

- ¡Su puta madre! ¿Y ahora cómo carajos lo levanto? – piensas, mientras intentas agacharte, pero sabes que será muy difícil poder levantarla con las manos esposadas por la espalda. Entonces, aquella mujer de la que no te habías percatado se detiene justo antes de pisar la caja.

- ¡Oh! Espero no se haya roto – dice ella mientras se agachaba para levantar la caja. Y a ti, el corazón te da un tumbo al pensar que la anciana podría saber que guardas ahí. ¿Y ahora? Ni modo que además del hombre que dejaste abajo del coche, te cargues también a la abuelita.

- No señora, no se preocu… - y te quedas en silencio cuando descubres que la viejita localizó la caja a tientas, dejando de lado su bastón y evitando que se le caigan las gafas oscuras, tan oscuras como la noche misma.

- Aquí tienes hijo, creo que no le pasó nada… pero mejor revísala tú

- Gracias, no se hubiera molestado… pero oiga… ¿sería mucha molestia pedirle que me la ponga aquí en la camisa? Es que no puedo usar mis manos ahorita.

- Claro hijo… pero mira nada más… jajaja, bueno, una frase un tanto irónica para una vieja en mi estado ¿verdad? – Y pese a la situación que estás viviendo, no puedes evitar reírte junto con ella.

- Tengo mi casa aquí cerca y vivo sola, así que si quieres, puedes venir conmigo y te daré una camisa de mi difunto Alfonsito, él era mi’jo, pero murió hace algunos años. En fin, espero que no te moleste, pero si no la usas tú, ya nadie la usará.

- Pero señora, es que no podría… además, no debería usted llevar extraños a su casa.

- Oh, vamos, sólo te daré una camisa. Además, no creo que me vayas a hacer algo malo… ¿O sí?...

Qui
Quinta parte.a parte

(escrita por Cynthia “Haru” Rodríguez,http://rtprod.blogspot.com/)

Tú ríes nervioso, tu humor negro casi te traiciona y prácticamente tienes que morderte la lengua para no soltar un comentario sarcástico, de esos que te salen automáticos. Sin embargo, en esta ocasión decides no joderte más de lo que ya estas y aceptar su ayuda, al fin eso es mejor que explicarle exactamente qué es lo que un hombre en tus zapatos está dispuesto a hacer, así que te limitas a contestar únicamente un escueto:

- No, ¿cómo cree?, vamos…

- Entonces sígueme hijo…

La anciana camina sobre la avenida grande hasta llegar a un callejón pequeño y obscuro, tú la sigues impresionado de que alguien en su condición camine con tanta rapidez y seguridad por una calle curvada y con tantos obstáculos, mientras que tú, hombre atlético, por unas pinches esposas a penas y puedes seguirla sin terminar de cara contra el pavimento.

De pronto comienzas a sentirte mal, nunca pensaste en que terminarías chingandote a un pobre cristiano y ahora no estás del todo seguro en que harás con la anciana una vez que llegues a su casa y recibas su ayuda. Piensas optimista que tal vez no se dé cuenta de que estas esposado y que no se pregunte el por qué tienes la camisa rota… pero en tu cabeza inmediatamente se escuchan las palabras “es ciega, no pendeja”.

De pronto la voz de la anciana te saca de tus pensamientos:

- Y dime… ¿de quién estas huyendo?

Tú te detienes en seco, no esperabas responder a una pregunta así, al menos no tan pronto.

- Yo, de nadie señora cómo cree… - dices como intento desesperado por zafarte.

- Claaaro, y ahora me vas a decir que en la cajita hay dulces…

Piensas en salir corriendo, pero ¿para dónde? sin darte cuanta caminaste hacia un lugar del que no tienes idea de cómo salir…

- bbbu.. bueno… esteeeee

- Hijo no me mientas, estoy ciega, no pendeja…



***¿Alguien que quiera concluirla?***