- Ya te cargó la chingada mi chavo.
La caja, tengo que agarrar la pinche caja…
Después de ponerte las esposas y dejarte al lado de la patrulla, el policía se acerca a su compañero y revisan tus documentos.
Ahí, a escasos metros de ti, el Bora que te robaste, su cofre deshecho y un poste doblado. Debajo de las llantas traseras un cuerpo inerte al que alguien, solidario, ya fue a colocarle una sabana para cubrirlo. A centímetros del cuerpo, una caja pequeña de madera de la que nadie se ha percatado.
- ¿Cómo ves si decimos que te diste a la fuga?
¿A la fuga?, ¿este tarado de donde quiere que saque el dinero para que me deje ir?. Seguro va a querer miles de pesos que obviamente no tengo. Si los tuviera no habría aceptado esta chamba. Me recarga la chingada. Y ahí sigue la caja; necesito esa pinche caja.
La radio de la patrulla suena. Uno de los policías se acerca a responder. El otro espera una respuesta tuya. Guardas silencio.
- Tan fácil como que te dejamos ir y tu sueltas un varo. Te conviene, un atropellado más otro menos en esta ciudad es lo de menos. Claro que tiene que ser muy buen varo. ¿Cuánto traes?
- Pareja, ya se jodió el asunto. Este güey es importante. Dice el comandante que lo llevemos a los separos en chinga.
- No manches. ¿Ni un pinche quinientón le vamos a poder sacar para soltarlo?
El policia se acerca a la patrulla. Tu ya no oyes su conversación. Te hincaste con las esposas puestas y recogiste la cajita. Te echas a correr sabiendo que tu vida depende de esa cajita de madera. Los policías sacan sus pistolas pero saben que no pueden dispararte...
- ¡Su puta madre! ¿Y ahora cómo carajos lo levanto? – piensas, mientras intentas agacharte, pero sabes que será muy difícil poder levantarla con las manos esposadas por la espalda. Entonces, aquella mujer de la que no te habías percatado se detiene justo antes de pisar la caja.
- ¡Oh! Espero no se haya roto – dice ella mientras se agachaba para levantar la caja. Y a ti, el corazón te da un tumbo al pensar que la anciana podría saber que guardas ahí. ¿Y ahora? Ni modo que además del hombre que dejaste abajo del coche, te cargues también a la abuelita.
- No señora, no se preocu… - y te quedas en silencio cuando descubres que la viejita localizó la caja a tientas, dejando de lado su bastón y evitando que se le caigan las gafas oscuras, tan oscuras como la noche misma.
- Aquí tienes hijo, creo que no le pasó nada… pero mejor revísala tú
- Gracias, no se hubiera molestado… pero oiga… ¿sería mucha molestia pedirle que me la ponga aquí en la camisa? Es que no puedo usar mis manos ahorita.
- Claro hijo… pero mira nada más… jajaja, bueno, una frase un tanto irónica para una vieja en mi estado ¿verdad? – Y pese a la situación que estás viviendo, no puedes evitar reírte junto con ella.
- Tengo mi casa aquí cerca y vivo sola, así que si quieres, puedes venir conmigo y te daré una camisa de mi difunto Alfonsito, él era mi’jo, pero murió hace algunos años. En fin, espero que no te moleste, pero si no la usas tú, ya nadie la usará.
- Pero señora, es que no podría… además, no debería usted llevar extraños a su casa.
- Oh, vamos, sólo te daré una camisa. Además, no creo que me vayas a hacer algo malo… ¿O sí?...
***
Gracias a Víctor, ¿alguien más se anima?
Yo le sigo, soy Cynthia Rodríguez http://rtprod.blogspot.com/
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