Primera parte:
(Escrita por: El Agus,
- Ya te cargó la chingada mi chavo.
La caja, tengo que agarrar la pinche caja…
Después de ponerte las esposas y dejarte al lado de la patrulla, el policía se acerca a su compañero y revisan tus documentos.
Ahí, a escasos metros de ti, el Bora que te robaste, su cofre deshecho y un poste doblado. Debajo de las llantas traseras un cuerpo inerte al que alguien, solidario, ya fue a colocarle una sabana para cubrirlo. A centímetros del cuerpo, una caja pequeña de madera de la que nadie se ha percatado.
- ¿Cómo ves si decimos que te diste a la fuga?
¿A la fuga?, ¿este tarado de donde quiere que saque el dinero para que me deje ir?. Seguro va a querer miles de pesos que obviamente no tengo. Si los tuviera no habría aceptado esta chamba. Me recarga la chingada. Y ahí sigue la caja; necesito esa pinche caja.
La radio de la patrulla suena. Uno de los policías se acerca a responder. El otro espera una respuesta tuya. Guardas silencio.
- Tan fácil como que te dejamos ir y tu sueltas un varo. Te conviene, un atropellado más otro menos en esta ciudad es lo de menos. Claro que tiene que ser muy buen varo. ¿Cuánto traes?
- Pareja, ya se jodió el asunto. Este güey es importante. Dice el comandante que lo llevemos a los separos en chinga.
- No manches. ¿Ni un pinche quinientón le vamos a poder sacar para soltarlo?
El policia se acerca a la patrulla. Tu ya no oyes su conversación. Te hincaste con las esposas puestas y recogiste la cajita. Te echas a correr sabiendo que tu vida depende de esa cajita de madera. Los policías sacan sus pistolas pero saben que no pueden dispararte...
Segunda parte.
(Escrita por: Casiopea, http://tortugainconforme.blogspot.com/)
Los policías sacan sus pistolas, pero saben que no pueden dispararte, no saben qué hacer, se miran uno al otro, piensan en perseguirte, pero posees un cuerpo atlético y ellos, simplemente no podrían correr ni media cuadra, comienzan a preocuparse por el regaño que seguramente recibirán por parte de su comandante.
Sigues corriendo, sin voltear y mucho menos detenerte. No piensas, únicamente sientes que uno de los vértices de la cajita de madera comienza a clavarse en tu mano debido a la fuerza con que sujetas dicho objeto.
De pronto, te detienes, nadie te siguió, miras a tu alrededor y te das cuenta de que no conoces el barrio, estás a salvo, o al menos eso crees. Decides caminar lentamente para recuperar el aliento y encontrar rumbo conocido.
Llegas a una avenida amplia y muy iluminada, piensas que caminar sobre ella es seguro y además, confías en encontrar los señalamientos que muestran el nombre de las calles.
Avanzas despacio, viene a tu mente la persona que falleció y dejaste atrás sin reparar en otra cosa más que tu cajita de madera, la observas, no tiene ni un rasguño y repentinamente, te congelas, alguien ha tocado tu hombro...
yo le'ntro...
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